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Tarea: lección treinta – El
Misterio del Caminante Solitario (traducir)
Capítulo tres, parte uno:
“¡Vamos, Adrián! ¡Date
prisa! ¡Está a punto de llegar!” gritó Carlos a su amigo.
“¡Ya voy, ya voy!”
Adrián salió rápidamente de
su escondite, detrás del tobogán del parque, sin dejar de mirar el cronómetro
de su nuevo reloj de pulsera. Sus padres le habían regalado el reloj por su
cumpleaños. Era un reloj digital muy guay. Podía sumergirse en el agua, tenia
luz para poder ver la pantalla en la oscuridad y además poseía una función de
brújula y de despertador.
“Sincronicemos nuestros
relojes,” ordenó Carlos. Él no tenia un reloj, pero si un cronómetro digital de
colgar al cuello, que también marcaba la hora, tenía función de luz y de
despertador, igual que el de su amigo Adrián.
“Bien, pongamos el
cronómetro a cero cuando él salga del portal … ¡ahora!”
El hombrecillo de la boina y
el perrito con la correa salieron del portal, como cada día, a las 17.00 en
punto. No fallaba nunca, ni con sol, no con lluvia, ni con granizo. Siempre, a
la misma hora, el señor de la boina salía de su portal, se dirigía a la Avenida
Principal y luego caminaba por el Paseo de Colón. A las 17 y 25 en punto
llegaba al parque, se sentaba en un banco y esperaba hasta las 17.37, hora en
que se levantaba para cruzar el semáforo. Una vez allí, se perdía entre la
multitud, caminando por la acera derecha de la Avenida de Castilla.
¿Y quién era el hombrecillo?
¡Por supuesto! Era don Ramón, aunque los niños no conocían su nombre.
“Atención, atención,”
susurró Adrián, hablando por un walkie-talkie imaginario. “El sospechoso se
dirige hacia la Avenida Principal.”
“No es el sospechoso,”
replicó Carlos. “No sospechamos que haya matado a nadie o algo así.”
“Eso no lo sabemos,” contestó
su amigo con cara de misterio. “Mi padre dice siempre que los que parece que
nunca han roto un plato son los peores.”
“Anda, venga,” apremió
Adrián. “Deja de hablar, que le vamos a perder. Tú síguele por la acera de la
derecha y yo por la de la izquierda. ¿Has sincronizado el reloj? Nos vemos en
el parque a las 17.25 en punto.”
Los niños caminaron detrás
de don Ramón, poniendo cuidado de esconderse tras un árbol o en un portal cada
vez que el señor se paraba junto a un árbol o una farola para que su perrito
hiciese sus necesidades.
©This story is from Spanish Short Stories for Beginners published by the Language Academy
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