Tarea: lección treinta y uno – El Misterio del Caminante Solitario (traducir)


Tarea: lección treinta y uno – El Misterio del Caminante Solitario (traducir)

Capítulo tres, parte dos:

Don Ramón, por su parte, tenía una sensación extraña. Le parecía haber visto antes a aquellos niños. ¿No habían caminado detrás de él el día anterior? ¿Y quizás el otro? Aunque quizás no eran aquellos niños, sino otros. Después de todo, todos los niños se parecen mucho entre ellos. ¿A qué estarían jugando? Don Ramón miró hacia atrás, pero los niños parecían haber desaparecido. Aunque él no los veía, estaban escondidos detrás de un coche.

Por fin, llegaron al parque a las 17.25 en punto, Don Ramón se sentó en el banco de siempre. Los niños disimularon, mezclándose con otros niños que jugaban en el parque. Mientras tanto, no dejaban de mirar sus cronómetros con disimulo. Estaba en punto de pasar algo. En cuanto el cronómetro marcase las 17.36, el Señor del Perrito se levantaría y se acercaría al semáforo. A las 17.37 en punto, cruzaría el semáforo, como cada día y acabaría desapareciendo a los lejos, en la Avenida de Castilla. ¿Por qué? ¿A dónde iba? ¿Por qué siempre a la misma hora? ¿Tenía nietos, como sus abuelitos? ¡El Señor del Perrito era un gran misterio para los niños!

La plazoleta del parque estaba tranquila. Además de los niños que jugaban, y algunas mamás que sentaban en los bancos, solamente estaba el Señor del Perrito y otro señor que, cerca de la fuente, daba pan a las palomas. Y por fin, los cronómetros marcaron las 17.36 con treinta segundos. El Señor del Perrito se levantó lentamente del banco con la mirada puesta en el semáforo que cruzaba a la Avenida de Castilla. Tiró de la correa de su perrito. Adrián y Carlos se miraron disimuladamente, con el corazón latiendo a mil por hora. ¡Era ahora o nunca! Tenían que seguir al Señor del Perrito si querían saber a dónde se dirigía.

Los dos niños corrieron detrás del Señor del Perrito, decididos a cruzar a la vez que él, cuando el semáforo cambiase a verde. Era su única oportunidad. Si no, perderían su rastro y ya no podrían seguirle más.

El semáforo se puso en verde. Los niños llegaron al mismo bordillo de acera. Estaban a punto de lograr su objetivo y cruzar la calle. De pronto, una voz de madre se dejó escuchar por encima de las demás madres que estaban en el parque. Una voz muy conocida para los dos.

“¡CARLOS! ¡ADRIÁN!

Los dos se volvieron lentamente. Delante de ellos, se encontraba la madre de Adrián.

“¡Niños! ¿A dónde vais? ¿Cómo os tengo que decir que no me gusta que crucéis solos la calle? ¡Venid aquí, que voy a daros la merienda!”

Adrián y Carlos caminaron arrastrando los pies hacia la madre de Adrián. La suerte estaba echada. A sus espaldas, el Señor del Perrito se perdía entre la multitud en la Avenida de Castilla, caminando por la acera de la derecha, y llevándose con él todo su misterio.

©This story is from Spanish Short Stories for Beginners published by the Language Academy

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