Here´s the fourth instalment of our story for translation


Tarea: lección veintinueve – El Misterio del Caminante Solitario (traducir)

Capítulo dos, parte dos:

“Sí Ramoncín, compra el pan. Una barra solamente, ¿eh? No necesitamos más que eso. Y por cierto … ¿me escuchas?”

Don Ramón dejó de caminar, resignado. En la lejanía se perdía ya la única parte visible del Caminante Solitario: la punta de su sombrero. Y su mujer no dejaría de hablar.

Al día siguiente, don Ramón volvió a esperar pacientemente a que se cumpliese todo el ritual hasta que el Caminante Solitario se dirigió al semáforo. Entonces, tiró de la correa de Tommy y caminó también hacia el semáforo, disimulando su nerviosismo.

Exactamente a las 17.37 de la tarde, el Caminante Solitario, don Ramón y Tommy cruzaron el semáforo, junto con otras tres personas que caminaban por la calle. Don Ramón respiró con alivio al llegar a la acerca. Afortunadamente, Milagros estaba jugando a las cartas en casa de su amiga Begoña, así que no podría llamarle. Esta vez todo iba a salir bien.

Don Ramón caminó por la avenida siguiendo al Caminante Solitario. Estaba tan cerca de él que casi podía tocarle. El corazón de don Ramón latía rápidamente. ¡Aquello era muy emocionante!

De repente, Tommy empezó a gruñir suavemente. El perrito dejó de avanzar, bajó el rabo y se puso a olisquear una farola. ¡Oh no! Don Ramón no podía creerlo. Tommy se iba a poner a orinar, justo en aquel momento.

“No, Tommy, no. ¡Aguanta un poco amigo!”

Pero Tommy no atendía a razones. Levantó la pata sin dejar de olfatear al aire, y se negó a seguir caminando. Don Ramón no apartaba la mirada del sombrero que se alejaba rápidamente. Quizás si Tommy terminaba rápido de hacer sus necesidades, podría alcanzarle aún.

Pero Tommy parecía tener otros planes. Después de haber orinado, siguió olfateando la farola, volvió a levantar la patita y siguió orinando. Estaba marcando su territorio. Y justo en aquel momento.

“¡Vamos, Tommy, vamos!” apremió don Ramón tirando suavemente de la correa del perrito. Pero Tommy no atendía a razones. Levantó levemente la vista, gruñó con cara de pocos amigos y siguió olisqueando y levantando la patita alternativamente, sin querer alejarse de la farola.

Don Ramón suspiró resignado. ¡Qué mala suerte! El Caminante Solitario se perdía en la lejanía, y prácticamente invisible entre la muchedumbre que avanzaba por la calle. No le quedaba más remedio que aceptarlo. Al igual que el día anterior, su plan había fallado. Tendría que esperar al día siguiente, y cruzar los dedos para que todo saliese bien entonces.

©This story is from Spanish Short Stories for Beginners published by the Language Academy

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